La Bahía de Halong, en Vietnam, con miles de islotes rocosos que emergen por doquier, atrapa al viajero para siempre. La leyenda dice que, hace mucho tiempo, cuando los vietnamitas luchaban contra los invasores chinos provenientes del mar, el emperador de Jade quiso ayudarles enviando una familia de dragones celestiales para defender su tierra. Estos dragones escupían joyas y jade y, allá donde pisaban, una roca emergía de las aguas, uniéndose para formar una gran muralla frente a los invasores.
En el delta del Mekong, contra todo pronóstico, la vida se abre paso con fuerza inusitada. Las casas de madera sobre el río, los mercados flotantes… La intimidad no existe en este lugar del mundo en el que los armarios no tienen paredes y la mayor preocupación de las familias es pescar algo para la comida de cada día.
Las ruinas de la ciudad sagrada de Angkor, en Camboya, constituyen un complejo arqueológico de enormes dimensiones. Considerada la mayor estructura religiosa jamás construida y uno de los tesoros arqueológicos más importantes del mundo, la que fuera por más de seiscientos años capital del imperio jemer fue abandonada por sus habitantes de la noche a la mañana. Hoy es Patrimonio de la Humanidad y, dada la enorme afluencia de un turismo masivo y, muchas veces, irrespetuoso, se deteriora a marchas forzadas. Por suerte, como dicen en Camboya, «este es sólo un complejo arqueológico. Tenemos cientos escondidos en la selva».