Esta mañana había una familia agazapada tras la entrada del puerto. Dos mujeres y cinco niños trataban de protegerse del intenso frío, apiñados unos junto a los otros. Pronto nevaría. Eran las diez y esperaban ya el ferry de las ocho de la noche. Un rato de conversación, pan y chocolate, unas sonrisas. Son afganas y viajan solas con sus hijos. Huyen de los talibanes. “Nos iban a matar…” dicen señalándose el cuello.

Pienso en el coraje de estas mujeres que, solas con sus hijos, están cruzando el mundo en busca de una vida mejor. No. En realidad no buscan una vida mejor: tan sólo buscan seguir vivas y proteger lo más importante: las vidas de los niños.